He tenido la fortuna de encontrarme con 2 CDs del sello
Exnihilo, fruto del aunamiento de las sendas labores discográficas de Tomás
Gris y David Area. Una apuesta seria, filosófica y radical como lo es esta, es
merecedora de los mejores calificativos y de una aplicada atención. Articular a
través del sonido, de la psicología y de la interacción humanas un proyecto
reduccionistamente musical es una tarea de una significancia en cuya
observación aprovecha el detenerse. Ofrezcamos dos sucintos apuntes acerca de
dos de entre las criaturas del catálogo.
SPLIT - Be Sweet & Hashigakari
SPLIT de Be Sweet – Hashigakari es una curiosa edición del sello Exnihilo en la que se nos ofrecen dos largas piezas
consecutivas interpretadas por dos formaciones dispares: be Sweet y
Hashigakari. La atención es recomendable por lo que de interesante e inspirador
contiene su curiosa escucha íntegra, en la que se nos presentan dos materiales
de formaciones muy diferentes pero que comparten su gusto por fusionarse con el
ruido inmanente. El silencio, al jugar un papel importante en ambas obras,
unifica la escucha integral y acabamos percibiendo la cosa como una obra
unitaria: un extenso catálogo de retazos, de sutiles experimentos sonoros cuya
traza podemos percibir los oyentes de forma distinta según el momento, el lugar
y la actitud. Es, sin duda, una edición meditada, cuidada y con un resultado
contundente. Un disco que representa a un concepto claro y valiente, que es la
marca de este sello, bastante joven del que esperamos sabrosos frutos.
Plagado de silencios significativos, este FIVE LITTLE
PIECES de Hasigakari (David Area y Tomás Gris) bebe dignamente de las fuentes
musicales en las que el silencio y el ítem sonoro disfrutan de un mismo
estatus. Podemos considerarla una obra claramente pedagógica; de las que de vez en
cuando hacen falta. Este trabajo evidencia, de un modo casi gestáltico, que lo
que escuchamos en un momento dado viene predeterminado por lo que hemos percibido
anteriormente. Si lo que escuchamos es un silencio precedido de un sencillo y
calculado evento sonoro, ese vacío estará preñado por la influencia inmediata
de lo anterior. Así, cada silencio es percibido de forma diferente; por más que todavía
existan opiniones decimonónicas que insistan en afirmar que el silencio, o el
vacío, es un “éter” todo regular y plano en su vacuidad. En el caso de la
música, a este vacío hay que saber imprimirle la energía justa y necesaria para
que fluctúe virtualmente en nuestras orejas…
a esto algunos la llamamos música experimental comprometida.
Víctor Sequí
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